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¿Dónde estabas el 11 de septiembre hace 9 años?

Foto de: Lyle Owerko–Gamma, tomada de www.nocaptionneeded.com

Mi amigo Carlos Andrés Cortés de La Espriella me ayudó a recordar cosas que ya había dado por olvidadas, tras invitar a sus contactos a compartir en una de sus actualizaciones de Facebook: “¿Dónde estabas este 11 de septiembre hace 9 años?"... Le respondí, pero me quedé corto:

Yo estaba ese año del terror en territorios del Imperio... En Sarasota (FL), la misma ciudad en la que sorprendió a Bush la noticia. ¿Recuerdan que
uno de sus guardias es quien le susurra al oído la noticia mientras está leyendo unos cuentos infantiles en una escuela primaria?... Pueden ver la tragicómica escena en el documental "Fahrenheit 911" de Michael Moore.

La escuela era la Emma E. Booker Elementary School, a 18 cuadras de donde yo vivía, en el condominio Pine Lake Terrace, ubicado en la Hidden Lake Boulevard. Yo dormía a esas horas de la mañana, después de una larga noche de trabajo, cuando Mike, mi pareja de entonces, me llamó al teléfono. Contesté y escuché sus gritos: "¡NOS ESTÁN INVADIENDO, NOS ESTÁN INVADIENDO!"; y yo creía que se trataba de los extraterrestres, y que a buena hora me había tocado a mí el momento del "Contacto" en tierras gringas. Ya iba hacia la ventana para avistar las naves nodrizas, a lo “V", cuando Mike me grita ¡No, anda al televisor!", y me cuelga, sumiéndome más en la intriga. Prendo el televisor y veo las imágenes que pasarán a la Historia como el primer atentado a USA en territorio continental. Y como todos, no puedo dar crédito a mis ojos.

Y ya no recuerdo si las imágenes que veía estaban sucediendo en el acto, o estaban siendo repetidas por las cadenas de televisión, porque para todos los que vivimos ese momento, las Torres Gemelas no paraban de caerse una y otra vez, en las pantallas, en nuestros ojos, en nuestras cabezas.

El día fue caótico, no se podía salir a las calles, nadie sabía dónde estaba Bush; la misma ciudad de Sarasota había estado dentro del target de los terroristas, debido a la visita del Presidente, y el Air Force One no tenía idea de a dónde aterrizar…

Y es que pocos sabían que la noche anterior Bush, instalado en el exclusivo Colony Beach Resort, ya había recibido amenazas, y que a la mañana siguiente hubo dos posibles intentos de asesinato, reportados luego por el Longboat Observer; sobre el exclusivo resort reposaron varios misiles a superficie, prestos para lo peor.

Los días siguientes fueron duros; la xenofobia se acrecentó; Jeff, un redneck que siempre pasaba por la tienda de Seven Eleven donde yo trabajaba como Sales Associate (el eufemístico nombre para los cajeros), se me acercó y me preguntó que de dónde era yo; le dije que de Colombia. Me respondió que "cool", que si le hubiera respondido que era de algún lugar de oriente medio ya me habría pegado dos tiros...

Un grupo de mexicanos, clientes habituales de la tienda y orgullosos de sus bigotes y barbas chicanas, aparecieron un buen día lampiños y sin sombreros. Habían recibido amenazas por el solo hecho de “parecer” árabes; el miedo, quizá olvidado de los desiertos y los coyotes, volvía a sus ojos.

Y mientras tanto, unos cuantos se llenaban los bolsillos sacando al mercado unas banderitas de la gloriosa “Star and Stripes” que todo mundo quería comprar para demostrar su patriotismo, y otros tantos veíamos cómo desaparecían las french fries para dar paso a las liberty fries...

El mundo estaba cambiando, o como le dictaron los expertos en “geopolítica”: un nuevo orden mundial había nacido.

De aquellos días recuerdo leer las columnas de opinión de los periódicos y las revistas, unas llamando a la Guerra Santa, exigiendo justicia divina; por supuesto, algunos autores echaron mano de lápiz y papel para enumerar las atrocidades del imperio norteamericano y sus sucesivas invasiones en nombre de la paz; aquellos miles de muertos del WTC eran poca cosa tras la afrenta sistemática del imperio sobre las “colonias”…

Y sin embargo, el dolor de un pueblo era genuino; quizá la que más me conmovió, sólo a pocos días, fue una de Jorge Ramos, no sé si en el Miami Herald o en otro diario; describía su visita a la “Zona Cero”, la “Ground Zero”; aparte de la espesa atmósfera gris decía no haber encontrado nada, no veía un zapato, un par de gafas, un reloj, no veía nada, todo era polvo… polvo… hasta que comprendió dónde estaban los muertos, los estaba aspirando, allí estaban entrando en su nariz sin poder hacer nada.

Algo había cambiado en la mentalidad de los norteamericanos, o al menos lo hizo durante unas semanas: padres que no habían visto a sus hijos en años, iban a visitarlos; hijos cruzaban de este a oeste para ver a sus seres queridos sin necesidad de haber llegado el Thanksgiving; la tasa de matrimonios aumentó… La gente recordó que todo lo que tenía por seguro, quizá ya no lo era tanto.

Pero mis esperanzas de que en efecto los “family values” estaban mostrando su mejor cara, se fueron disipando cuando Bush llamó a defender los valores occidentales, “saliendo de compras” en la temporada navideña…

Quizá un nuevo orden mundial no había nacido después de todo.

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Al son del eléctrico cuerpo*: Apuntes sobre la noción de cuerpo en la antología de poesía gay “La palabra en boca de eros” **

Por: John Alexander Castañeda (Jacko)
Texto publicado en Revista Knot Ed. No. 5

Estudios serios sobre poesía gay en Colombia, o incluso debates coherentes sobre lo que podría denominarse o no poesía gay aún faltan por escribirse.

Nos podemos remitir a algunas antologías, como la rareza mexicana Antología de la poesía homosexual, tatánica y cósmica de Porfirio Barba-Jacob (edición de Frente de Afirmación Hispanista); o a la biografía de aquel autor, escrita por Fernando Vallejo, El mensajero; También a publicaciones más sobresalientes como Maricones Eminentes del aún no del todo profeta en su tierra Jaime Manrique; Todas mis cosas en tus bolsillos, antología poética de Fernando Molano; o Serpentario de amores (de Edén Morán Marín), entre otros trabajos, todos referentes a figuras singulares.

No obstante, la poesía, vista como ese artefacto cultural en el que Michel Foucault viera -dentro del contexto de lo gay-histórico- el primer atisbo por pasar del “acto” homosexual a la “identidad” homosexual, no se había planteado, de modo significativo al interior del colectivo gay colombiano, o mejor, del colectivo LGBT colombiano, constructo estratégico y político sobre el que se han definido las últimas reivindicaciones sociales desde la diferencia sexual en nuestro país, hasta ahora.

Este ensayo busca trazar algunos apuntes pertinentes sobre el tema en aras de socializar experiencias significativas del activismo LGBT y su relación con dinámicas culturales, y por otro lado indagar acerca del modo en que la noción de cuerpo se encuentra inserta en dicha estrategia dicotómica de ejercicio de visibilización/creación íntima que trae consigo el ejercicio de la escritura, en particular de la poesía.

Como experiencia sui generis, tanto por su doble carácter lúdico y militante, como por su interacción dentro de políticas públicas de inclusión social, puede catalogarse la del colectivo Junio por el Respeto a la Unicidad, de la ciudad de Cali, Colombia, y sus recitales de Poesía Homoerótica (luego Erótica) desde el 2001 hasta el 2008, año en que se edita, con el apoyo de la Gobernación del Valle, una antología con material recogido durante tal periodo; es esta antología, titulada “La palabra en boca de eros. Memorias Recitales de Poesía Erótica 2001-2007”, fuente y base del presente ensayo.

Sobre el amor que no se atreve a decir su nombre

Muchos de los poemas recogidos durante el primer periodo de esta experiencia (2001-2002) parecieran coincidir en el miedo de sus autores por decir su nombre, y a la vez deseosos de proyectarse; pululan los seudónimos. Nos encontramos con una “Laurar”, una “Osifi”, una “Dola”, voces femeninas que hablan sobre todo desde la experiencia de la intimidad con otro cuerpo; y con una intención, particularmente histórica (en el sentido de la Historia como hija de la Escritura), la de dejar grabado para siempre el instante fugaz de la experiencia íntima, esencialmente corpórea.

Quédate en mis piernas…/tibieza de tu piel/ vienen ellos…/olores, sudoraciones, emanaciones/Quédate otra vez (Osifi)

…quise retener tu cuerpo junto a mí/ahogando el grito desgarrador de mis entrañas (Gracia Casablanca)

Si tenemos en cuenta que uno de los objetivos de los recitales era el de “reconocer la validez del ejercicio literario en y para el sector (LGBT)”, puede parecer tímida la máscara linguae; no hay que olvidar que es el desdoblamiento, la “actuación” bajo otro ropaje, lo que ha signado las vidas de muchos hombres y mujeres homosexuales; no se trata de un miedo irreal; ya sea para su “supervivencia” en contextos laborales, familiares, ó incluso su supervivencia en el sentido menos metafórico, no fueron pocas las personas que enviaron sus poemas para ser leídos por otr@s.

Nos quedan en todo caso, rasgos con los cuales construir una idea de cuerpo, un cuerpo que se define como cuerpo sólo en comunión con otro, en el sentido de completud clásico griego.

Entonces fui ella, /fui yo, no dos, sino una,/ al mismo tiempo…bajo mi piel y su piel, su sexo y mi sexo. (Laurar)

…desertados silentes por ríos de deseo, somos uno clandestino, con la silueta apenas dibujada, de nuestras masculinas carnes libertadas. (J.M. Nieto)

Si bien esta idea platónica del amor, ansiosa de unidad, puede ser un lugar común hasta para cualquier adolescente que haya buscado en una librería un poema de amor, llega a ser explícitamente singular para la descripción de la unión homosexual.

Se administra el eros por partida doble, cual palíndromo sexual, y así el cuerpo masculino frente al cuerpo masculino, y el femenino frente al femenino, más que descubrirse, parecieran re-descubrirse.

Amo tu deseo cuando deseas mi cuerpo, como amas mi deseo cuando deseo tu cuerpo. (Antonio Acevedo Linares)

Mi cuerpo, así mismo como el tuyo, totalmente dispuesto, enardecido… No importa si consumamos, yo dentro de ti, tú dentro de mí/No hay diferencias/No hay tiempo al juntarnos… (Héctor Fabio Gómez - Toto)

Ese re-descubrimiento del cuerpo del que hablo, encuentra en la expresión poética una doble justificación; descubrimiento de la experiencia homosexual individual y redescubrimiento en la experiencia íntima con otro igual; redescubrimiento en la experiencia literaria, y descubrimiento en la escena poética.

Poesía como performancia del cuerpo: Duende lorquiano en escena

No es casualidad la enunciación de la poesía como esencialmente corporal; ya Lorca (¿ya permitirán sus herederos decir que era gay?) acudía a esta noción cuando entendía que “el duende” (una contraparte de la musa y esencialmente activo) “encuentra más campo como es natural…, en la música, en la danza, y en la poesía hablada, ya que éstas necesitan un cuerpo vivo que interprete, porque son formas que nacen y mueren de modo perpetuo y alzan sus contornos sobre un presente exacto”.***

Es en este punto en donde el proyecto de los recitales de poesía mencionado fue encontrando su norte, convocando a los autores a expresar de su propia voz su propio material. Y cuando esto no era posible, otros cuerpos hermanados en la experiencia servían de voz, en su más puro signo de existencia: la que brota de la garganta de un cuerpo vivo.

Voces desconocidas, acalladas, fuera del canon, (otro será el espacio para categorizar esta poesía como “buena” ó “mala”), y a la vez cuerpos que se afirman en la escena pública, se constituyen en una eficaz estrategia de visibilización.

De vergas, eyaculaciones y orgasmos

“…ningún poeta gay puede resistirse a incluir en sus poemas /las palabras que más disfruta /golosinas para las bocas de todos los poetas gay/ hablar de la pija su pija que me rompe el orto su enorme verga/ su impresionante banana o sus litros de leche caliente etc…”**** Estas palabras, del poeta gay argentino Esteban García, juegan con cinismo sobre lo que resulta una verdad en muchos casos. “La palabra en boca de eros”, no es la excepción:

“¿Sabías que el culo es un insaciable?/Es bien conocido entre cirujanos, /sodomitas y perversos incurables/que no hay órgano tan goloso como el ano” (Larga vida a tu culo, Felipe Beltrán Mejía)

“Mi nariz ahora busca el olor… huele el sabor de culos sudorosos; ingles tersas por un apretado calzoncillo” (Jero)

“Grito porque sangro blanco, y cago negro y a veces rojo” (Jacko)

Si hay algo que perturbe más a un homófobo (o incluso a algunos que dicen “respetar” a los homosexuales”) es el imaginarse (¡o ver!) el coíto homosexual. No es de extrañar que en el terreno de la poesía, de la que la más observada regla formal espera acuda a la metáfora y a la opacidad del signo, haya hecho su aparición subversiva lo que se ha dado por llamar poesía objetivista, y que mucho de ella se encuentre en las voces más beligerantes de antologías de poesía gay.

Si tenemos en cuenta que para cierta visión heterocentrista el sexo homosexual nunca es el sexo “real” (pedestal al que se encumbra sólo el coíto vaginal), se hace necesario validarlo, enunciarlo, describirlo, y de todas las formas posibles… incluso la de un poema.

Si acudimos a Roman Jakobson, cuando afirma que “la función poética es la relación del mensaje consigo mismo” (una especie de homo-significación), nos arriesgaríamos a suponer que tales frases descriptivas de funciones corporales, como mamar, coger por el culo, cagar, sudar, intentan reproducir hacia el infinito tales acciones corporales. Estamos ante una poética del cuerpo.

Describir al cuerpo es aprehender el cuerpo

No basta con que la experiencia corporal del sexo sea descrita, también hace falta describir el cuerpo del amado o amada en detalle. Buena parte del material analizado consiste en descripciones corporales:

Sus senos dormidos se irguieron soberbios/su abdomen de seda se contrajo bajo mis besos (Laurar)

“me gusta tu pecho… pero no por su ancho o por su tamaño, / Ni por lo grande o por su dureza….me gustan tus brazos, pero no por lo duros y fuertes.. (Jaidrés)

Y la metáfora. Baste decir que pasando por el símil más grotesco a la figura retórica mejor formulada (ya se ha dicho que lo bueno o malo según el canon poético sería cuestión de otro espacio de discusión) el cuerpo es el objeto a describir, desde figuras que pretenden divinizarlo:

“Esta noche he vuelto a sentir la necesidad de magnificarte, en medio de este sosiego inconcluso,/ ángel de ternura…/ Sayayín de mi desacertada idolatría…” (Toto)

Ó que pretenden dejarlo aún más encarnado:

“Que me veneres como hoy,/ perfectamente imperfecta…/ Con exceso en el costado,/ una mancha que se enseña,/ una cicatriz pequeña/ y un lunar inesperado.” (Alegna)

Ó que pretenden divinizarlo mediante la paradoja de la experiencia carnal:

“Mujer mía que estás en la tierra/ santificado sea tu cuerpo/ venga hacia mí tu entrega total…” (J. Chaves)

Con todo, la concepción cartesiana que entiende cuerpo y mente como entidades separadas prevalece como parte de un discurso que encuentra fértil terreno en lenguaje poético, uno de sus reservorios más fecundos y universales. No caben aquí, ni en el material explorado, disertaciones guetizantes alrededor de la experiencia gay.

“Su cuerpo estaba ahí/ muy cerca del mío/ relajado y quieto/ mientras su alma yacía/ entre el cielo y la tierra/ flotando tranquila/ cabalgando entre sueños…” (Laurar)

“Escucho ruidos/ sospecho un solsticio/ abandono mi cuerpo,/ y espero a que el silencio de la noche/ me consuma en su último susurro.” (Pablito Morán)

El cuerpo como campo para CSI

Un último apunte: el cuerpo continúa siendo un campo en el que las batallas del amor, del sexo, de la pasión, han dejado huella, -y si nos atenemos a algunas legislaciones del globo vigentes, que por anacrónicas deberían sorprendernos más, huella de lo prohibido.

“El olor de tu partida sólo quedó dibujado en mi barba” (Jesús Vaca Cortés)

“Su cuerpo no es más que un baúl de mil mundos… ¿qué de los fragmentos de la conquista que enredan fácilmente cuatro brazos…? (José Rodrigo Valencia)

“…dónde andará, dónde yacerá su cuerpo amoroso reviviendo viejos soñadores que van quemando sus últimos rayos de juventud” (Guillermo Pulecio)

Pero a diferencia de antaño, muchos de esos cuerpos se exponen ahora para ser leídos, escrutados, dejando que el duende lorquiano se exprese en ellos.

Concluyo reiterando la singularidad de este ejercicio poético, que es quizá uno de los pocos (si no el único), compilados de poesía gay amateur publicados a la fecha en el país.

Fuera de toda discusión acerca de las características que reviste éste -un ejercicio de visibilización, más que una sesuda propuesta literaria, aunque le cabría un análisis semiológico a la luz de Hjelmslev, por ejemplo- no es difícil adivinar en él ciertas influencias de poetas catalogados como gay; reminiscencias a Kavafis, a Verlaine, a Ginsberg, a Cernuda, a Whitman, lo cual se entiende como una apropiación de referentes de consumo de lo que se ha dado por llamar subcultura gay, y que por lo visto está más viva que nunca en ciudades no sólo capitales sino de provincia, y a cuyas expresiones locales habrá que seguir de cerca en el tiempo venidero.

*Referencia a Canto al eléctrico cuerpo, y otros poemas, de Walt Whitman.
** Este ensayo hace parte de una investigación en desarrollo sobre poesía gay colombiana.
*** Teoría y juego del duende, F.G. Lorca en conferencia dictada en Bs.As y La Habana (1933). http://www.lainsignia.org/2001/octubre/cul_068.htm
**** Todos putos (una bendición), Ediciones Belleza y Felicidad, Bs As. 1999).
Nota: Todos los fragmentos, de “La Palabra en boca de eros”, Cali, Imprenta Departamental del Valle, 2008.

 
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